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SILVIA GONZALEZ DELGADO

El desarrollo de las virtudes


Querido lector, lectora, como le había contado, aquí mismo en esta columna, durante muchas décadas busqué la paz del corazón, sin saber que la única paz que podía conseguir era la de la mente.

La mayoría de nosotros hemos padecido, alguna vez en nuestras vidas, una crisis emocional, y para desenredarla y salir de ella hemos acudido con un sicólogo, algunas veces con un sacerdote y otras más con amistades; y platicamos con ellas nuestras penas e intentamos armar el rompecabezas de nuestras vidas. Entre una conversación y otra las cosas se nos aclaran, y todo parece solucionarse, sin embargo apenas pasado un tiempo vuelven a brotar nuestros problemas existenciales y de relaciones. Y es por eso que me gustan las filosofías orientales porque ellas nos proponen el desarrollo y la práctica de las virtudes, cosa que a nuestro sicólogo no se le ocurre recomendarnos, y que sirve para disminuir nuestra atención de lo que nos hace sufrir o nos molesta.

Practicar las virtudes, que son tantas, pero aquí le menciono algunas como la alegría, la simplicidad, el desapego, el orden, la espiritualidad , la amabilidad, el servicio y el amor, nos hace proactivos, positivos, y con ello le quitamos importancia a lo que no nos gusta o a las personas que nos disgustan, y poco a poco vamos disminuyendo la aversión.

El desarrollo de las virtudes como la tolerancia, la paciencia, la laboriosidad, la caridad, nos ayuda para que en las crisis existenciales y de relaciones minimicemos nuestro sufrimiento y nos enfoquemos mentalmente en mejorar como personas.

La práctica de alguna virtud da una satisfacción muy íntima que nos lleva a la relajación mental y la paz. Así que querido lector, lectora, para practicar las virtudes como la alegría inventemos motivos para sentirnos alegres, practiquemos la simplicidad en todo, seamos amables con uno mismo y con los demás, y sobre todo sintámonos enamorados de esta experiencia que se llama vida y que es única. Le deseo que así sea.

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